By Jacobo Ferrando
La revolución aún no ha llegado al sector financiero. Las soluciones propuestas por la digitalización de los servicios financieros han traído como disruptivo el cambio de costumbre en la relación con la banca que ya es mucho.
Así desde nuestro móvil ya podemos agregar las diferentes cuentas bancarias que tengamos en una sóla aplicación para un mejor control de los gastos o podemos efectuar envíos instantáneos de dinero e incluso prestar dinero a empresas o a causas o amigos a través de plataformas digitales.
Las entidades financieras no se han quedado al margen y también han mudado hacia lo digital apostando fuerte no sólo por el servicio a ofrecer sino por que el envoltorio sea agradable, amigable, cómodo e intuitivo. Nos han permitido cambiar la oficina bancaria por nuestro dispositivo móvil. Ese cambio de costumbre se adueñado de dos elementos que eran propios de las oficinas: la proximidad y la comodidad. Y le ha añadido otro como es la inmediatez.
Todo esto es sólo el principio y sirve para que nos habituemos a la digitalización de los servicios financieros pero aún queda mucho por recorrer. En muchos aspectos. En el orden personal y en el ámbito social. Como también queda mucha tecnología por incorporar para que la disrupción sea tal.
La conectividad de las cosas o también conocida como internet de las cosas no ha llegado aún al sector financiero. No ha llegado la aplicación que te alerte que el gasto que acabas de hacer va a provocar que te quedes en descubierto en tu cuenta o que el viaje que querías hacer el 1 de septiembre tendrá que posponerse unos días. Todas nuestras decisiones o actos tienen sus consecuencias y, centrándome en el sector financiero, un agregador de gastos está bien para hacer gráficos pero es ineficiente a la hora de la gestión y de la planificación familiar.
En la misma línea, nuestra vida es lineal en cuanto a etapas pero cíclica en cuanto a eventos. Desde que tenemos relación con el dinero pasamos por diferentes estados que no son perpetuos sino que pueden alterarse y todo ello comporta, inevitablemente, una alteración en las finanzas y en la planificación que teníamos hecha. Por ejemplo, si tenemos hijos ¿no estaría bien que nuestra aplicación nos ayudara a preparar las distintas etapas?
Precisamos dar un paso más. Las soluciones fintech tienen que ser intrusivas y colaborativas. Deben prestar y ofrecer un valor añadido. Por ello, la integración, entre otras, de la tecnología cognitiva es clave para el inmediato desarrollo del sistema y para adaptar, por ejemplo, nuestras finanzas a nuestro ciclo vital.
Un buen ejemplo de esto lo encontramos en la visión que desde la oficina de Reino Unido de KPMG han tenido de cómo será la banca en el año 2030. ¿Preparados?